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En el patio de mi casa (que es particular) hay una mata de mangos crecida entre los ciclones del verano, que se carga de frutos caídos por olvido en el "back yard” de este exilio.
Recuerdo que de niño, cada mes de Julio los “socitos” del barrio montábamos el centro de operaciones bajo un frondoso mango que había en el solar yelmo de al lado de los Enríquez (cerca la loma de Kolly) allí planeábamos las acciones de la mañana, que duraba toda una eternidad, entre el cuatro esquina, las limonadas de Gladys y las carreras de chivi-chanas.
Muchas veces rompimos a pedradas el acuerdo de paz con los vecinos, todo con tal de tumbar a los manguitos del capricho, esos de la copa, que mientras más trabajo nos daban, mejor sabían luego. -¡Ay, bumbata... el cristal! Acto seguido se armaba una corredera del carajo y las operaciones del mataperreo eran suspendidas in situ, hasta el otro día en que las ganas joder ya eran más fuertes que nosotros mismos.
Con treinta Julios en el costillar y un mar inmenso de por medio, se me ahondan cada vez más los recuerdos de la infancia y yo me pregunto a veces con nostalgia:
¿A qué pueden saberme aquí en Miami, los “Manila’s mangos” del Publix o estos otros mangos, los que cuelgan hoy mismo sobre la mata de mi casa, en el destierro?
GeNeRaCiOn AsErE /tonymg
y sobre todo si no te los roba el jardinero
ResponderEliminarAlberto
jajaja
ResponderEliminaroye bro, creo que olvide la parte buena de los mangos del exilio, su concepción ideológica, que es inversamente proporcional a la de los mangos de Baragua.
nos vemos en los bares, tony.