La poesía no llegó cuando yo no la esperaba. Yo me quedé sentado, esperando un cambio de luz y los ojos puestos en mi destino. Se me olvidó mirar hacia el lado. La voluntad es un ejercicio sagrado. Luego con el tiempo a veces recuerdo mis memorias de rabillo de ojo, pero es mejor mirar de frente a la vida cuando pasas. Detener el mundo debería ser tarea de todo el tiempo, y claro que no entiendo nada. Quizás no puedo ser otra cosa que normal y cometer errores constantes es mi estrategia. Me propongo respirar. Uno dos, uno dos, pero no ayuda.
El mundo da vueltas a inmensa velocidad y los del poder, tal vez sin darse cuenta, no son los que controlan el juego, es el dinero que tiene alma propia, es la ambición humana que nos descarrila y no nos deja mirar hacia otra parte, el nuevo auto, el nuevo juguete, una pantalla gigante que reemplaza ahora al sueño. Lo bueno es que todos tenemos memoria de rabillo de ojo. A veces la cercanía de la muerte nos trae un despertar tardío, pero la mayoría solamente ocupamos números de seguro social.
La libertad es una bella mujer que no necesita nada. Me obligo a sentarme a esperar la poesía, porque yo sé que a veces llega, aunque sea por un milisegundo. Hoy por hoy a nadie le importa, y no hay tiempo para el existencialismo porque todo el mundo anda corriendo detrás del dinero que consigue el juguete que reemplaza al sueño, pero yo sé que el poder del sueno es el poder más grande y por eso espero, mientras tanto, y de sol a sol, me traigo el pan a la boca, me busco la pantalla gigante, y me compro un auto nuevo.
Alberto Fernández