Hoy mucha gente de nuestra edad anda por el mundo con un hueco inmenso que quizá nunca pueda llenar y es que el vacío dejado por la propaganda política y su ‘guayabazo’ de construir en el aire el Socialismo de un mundo mejor... NO EXISTE. Asumámoslo de una vez ‘NOS ENGANARON’, entre el lema y la realidad pasó toda una década de periodo especial.
Desde aquí recomendamos el Blog de Ivis, MEMORIAS DE UNA CUBANITA donde ha disponible todo un arsenal de historias, fotos y poemas que narran las tribulaciones de una joven cubana que aun fuera de su país se niega rotundamente a abandonarlo.
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(by Ivis)
En el medio del pasaje había una campana colgada de un poste de la luz, no se trataba de una campana cualquiera ni tenía por función dar la hora o llamar a los feligreses a misa. Era una especie de misil hueco y desfondado que contenía un pedazo de cabilla colgado de una soga y servía para dar la alarma en caso de guerra. El fantasma de la guerra planeaba sobre mi cabeza desde que tuve uso de razón, y creo que al resto de mis contemporáneos les pasaría igual. Sólo con el tiempo llegué a comprender que no había tal peligro, y que la guerra no era más que un comodín.
Pero entre tanto la campana estaba ahí, justo en medio de la calle y a la vista de todos. La había instalado un vecino, William, que tenía manía de militar. Dentro de su colección de cacharros se encontraba este pedazo de misil o balón de oxígeno -nunca se supo exactamente lo que era- que aportó muy complacido. Si por casualidad alguna vez sonaba la campana, el corazón se encogía, luego siempre respirábamos con tranquilidad cuando descubríamos que se trataba de algún gracioso del barrio que la hacía sonar y luego se daba a la fuga. ¡Pobre de él si lo pillaban! Esta campana tenía una particularidad: aunque estaba hecha para sonar, no podía ejercer su principal función porque estaba prohibido. Yo misma alguna vez me acerqué tímidamente y la hice sonar muy bajito, pues su presencia constituía un desafío para la muchachada, algo así como colarse en los patios ajenos.
Todos esperábamos que de un momento a otro sonase la campana llamándonos a los refugios. Yo pensaba que, de haber una guerra, me escondería debajo de la cama, hasta que terminara. Aquello se me antojaba una fiesta, me imaginaba que ese día no tendría que ir a la escuela, y que estaría toda la familia reunida, como los domingos. Lo único que me preocupaba eran mis abuelos, que estaban lejos, en otra provincia, pero suponía que, dado el caso, les daría tiempo a venir.Al principio mis pensamientos sobre la guerra eran alegres e irreverentes, me la imaginaba como una fiesta, algo así como cuando venía un ciclón y no había que ir a la escuela. Con los años comencé a darme cuenta del peligro a que supuestamente estábamos expuestos, pero sólo podía pensar en estar cerca de mi familia cuando sucediera. El miedo más grande era caer en un refugio subterráneo y no encontrar a los míos. Pero no temía a la muerte, no sabía lo que era, así que cómo iba a temerla.
Nunca había estado en un refugio, pero siempre me había gustado la oscuridad. Por ese motivo no me daban miedo esos lugares que me imaginaba estrechos y sucios, con luz artificial pero oscuros. A lo único que temía era a las cucarachas, porque seguro habría cucarachas, al fin y al cabo, era debajo de la tierra
Total, que daba igual que hubiera llorado porque luego se supo que la noticia era falsa, que los constructores no se habían inmolado como se suponía, sino que el ejército norteamericano los había hecho prisioneros, se habían entregado, para ser más exactos.
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Vaya fiasco, ni muertos sobre la bandera ni nada de eso, se rajaron en buen cubano.
Pero el fantasma de la guerra siguió planeando sobre mi niñez y llegó a volverse tan habitual que daba risa. Creo que si ahora utilizasen un nuevo vocablo para definir el horror me daría más miedo. Nos preparábamos para la “guerra necesaria”, o “la guerra de todo el pueblo”, términos realmente sórdidos, sobre todo si forman parte de la cotidianeidad de un niño.
MEMORIAS DE UNA CUBANITA /Ivis (Palma de Mallorca)
Siempre con el cuento que viene el lobo que viene el lobo, y cuando el lobo vino todo el mundo salió por patas.
ResponderEliminarRecuerdo esa "guerra" de Granada. Creo que era Tortoló quien estaba al frente de las tropas cubanas. Radio Bemba, que no tiene gandinga, supo la desprendida que se dio Tortoló cuando vio a los yumas, y se puso de moda aquella frase de "Compre tenis Tortoló"
ResponderEliminarque buena historia, cubanita, me hizo pendular al ritmo de esa campana
Gracias, General. Para los interesados en el tema, hay un libro que circula por Internet que se llama "La mafia de la Habana" y que narra muy bien este capítulo nefasto de la historia de Cuba.
ResponderEliminarPor cierto, luego conocí a la periodista a la que le tocó redactar la infame nota de prensa de la muerte de los constructores, en aquel entonces era muy joven y trabajaba en Radio Reloj y le "tocó dar el paso al frente". Probablemente no calibró la trascendencia del hecho.
Ivis, General,
ResponderEliminarel ex-coronel Tortoló se revindicó como soldado raso en la última campaña angolana 1987-88. No tembló... bueno, ok, tembló, pero no corrió!
En todo caso, el tipo se labró un monumento único: el de guerrero cubano ágil... en la retirada. Desde Guamá hasta Ochoa no hubo otro tan célebre.
Lo curioso de la historia es que realmente fue a Fidel Castro a quién se le ablandó primero el intestino. (En 1983, no ahora.) Reagan le advirtió a Castro de la invasión por medio de Manuel Noriega, el cacique de Panamá. El gringo mandó a decir: si en Granada no son mansos, aténganse a las consecuencias. Y Castro se quedó tan apocado que no le dio órdenes concretas a Tortoló. El, que metía la cuchara en cada peo que se tiraban los soldados cubanos en misiones, ante el inminente primer enfrentamiento con tropas regulares americanas en su vida, le dejó la batuta circunstancial al negrito. Para que pagara él los platos rotos, o acaso milagrosamente le trajera más gloria. Esto último no sucedió.
La instrucción y la lectura induce al razonamiento, al ser de ojos abiertos e incluso a dudar de todo. Menos mal que logramos escapar el taladro psicológico que nos han metido en cada esquina, y también que podemos ver lo positivo de nuestras experiencias que nos hacen quienes somos. De alguna forma tenemos que apreciarnos a nosotros mismos, no?
ResponderEliminarPor eso cuando me mencionaron Brain washed al llegar aquí, hace 15 anos; me sonreí y respondí tranquilo como un trueno. Ya yo había pasado la prueba de fuego.
Saludos
Alberto
Qué interesante, Güicho, gracias por la anécdota.
ResponderEliminarAlberto, tienes razón, hay que quitarse los tornillos ideológicos, pero a la vez hay que tener mucho cuidado de no quedarse sin tornillos, al final la ideología tiene que creársela uno mismo hurgando entre todas las ideologías de este mundo.
Ivis, que bueno el relato, nos hacía falta.
ResponderEliminarDesde pequeños se nos dosificó el miedo, primero con la gallardía épica de las luchas revolucionarias (la paz con la guerra) y luego con la administración diaria del terror que supone una guerra inminente.
Los refugios en todos los barrios, los simulacros de bombardeo, el día de la defensa, las estrellas ninjas (hechas de lata de leche condensada) contra unos wrangers americanos que estaban siempre al caer....
Recuerdo estar sentado en la biblioteca nacional y al subir la vista para tomar descanso, tropezarme con un aviso de alarma aérea que indicaba como hacer en caso de un bombardeo.
saludos, t
Gracias, Tony. ¿Te acuerdas de las clases de PMI? Creo que todos sabemos marchar, si no me equivoco. "Uno, dos, res, cuatro, vista derecha, vista izquierda, aaaaaaaltooooo". De madre.
ResponderEliminarHablando de refugios. Tremenda botadera de recursos pa' na. A princios de año le tiré una foto al refugio de la calle G el que está en la loma debajo del Calixto Garcia. Las enredaderas no lo dejaban ver y la reja está oxidada de no usarla.
ResponderEliminarEstuve en un bunker de verdad en Berlín el año pasado y esos si funcionaron de verdad y contaba la guía que las bocas de los refugios debían ser muy próximas a la población que lousaba porque transcurrían sólo minutos desde que se detectaban aviones aliados a que cerraban la puerta del bunker. Y el que se quedó afuera se quedó y se jodió. Digo esto para que vean qué clase de disparate el refugio de la calle G. ¿Quién lo utlizaría? Los vecinos más cercamos están en calle 25 a dos cuadras. Sin contar que los aviones modernos son más rápidos. No creo que llegaran a usarse jamás esas tumbas colectivas, en lo que aparece el que tiene la llave desaparacio La Habana.
Bonito recuerdo, la verdad es q la campanas están en el mismo lugar, esperando a ser tocadas.
ResponderEliminarTodavía esperamos por la llegada de los americanos!
No sabia lo de los tenis Tortoló, cómico.
Los refugios terminaron siendo para criar los cochinos y para los moquitos.
saludos
caballero esos refugios eran la obra material de una política intimidatoria y su razón fue la de insuflarnos sistemáticamente el miedo y la habana llena de huecos y subterráneos es también el símbolo de un fantasma que solo sirvió para alimentar el terror en la población y cualquier semejanza con el régimen castrista NO es pura coincidencia. Tal vez así es que será recordada por nuestros hijos la “Guerra de todo el pueblo”
ResponderEliminart
Hablando de refugios, subterráneos,e intimidación, hoy me dejaron un comentario q me recordó del film UNDERGROUND de Emir Kusturica,director nacido a Sarajevo la exyugoslavia,,, lo conocen??
ResponderEliminar¡Yo nunca había oído hablar de esos refugios! pero que manera de meterle miedo a la gente. Y eso que ellos criticaron que cuando la guerra fría, en los colegios de U.S.A. se hacían simulacros de ataques atómicos.
ResponderEliminarYo creo que una sola vez vi uno de los refugios de esos , cerca de mi casa, en uno de esos "ensayos" o como se llamaba. Muy buen relato.
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