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Cuando llueve en Miami los colores se enturbian y lo mejor de la ciudad se evapora con la llovizna. La magia desaparece entre nubes y truenos. Los turistas maldicen por aquello del tiempo perdido y los locales aprovechan para repasar la calle con ojos nuevos. POBRES transeúntes pOBRES moto-bicicleteros.
Un día pasado por agua "aquí" convierte a las gotas en pena, lo que equivale a la raíz de cero al cuadrado multiplicada por todo el gorrión de estar lejos "de la casa y el árbol".
Vivimos en una ciudad en la que cada cual tiene su bandera, su idioma, su música y sus nostalgias... que se humedecen con la lluvia.
El 99.9% de Miami se considera "extranjero" y a la vez "local". Rico contraste el de venir de un sitio diferente y a la vez ir hacia un mismo lugar.
No importa, lo bueno es que tarde o temprano el Sol aparecerá.
GeneracionAsere/LA PANDILLA
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