El boniatillo de mi vieja.

En tiempos de Período espAcial, cuando el hambre apretaba y para el desayuno en Cuba solo había un polvo surrealista conocido como “cerelat”, mi vieja -siempre grande por su optimismo- convertía el limón de la vida en limonada, preparándonos un delicioso boniatillo con canela, que mi hermanita y yo devorábamos al mismo tiempo que se oía a un locutor de Radio Martí saludar en tono jocoso: ¡Buenos días bicicleteros! ¿Ya desayunaron...? Aquello nunca me dio risa, sin embargo lo prefería mil veces, a continuar escuchando las flácidas arengas de Radio Rebelde.
Hoy le dedico este boniatillo a las madres que se quedaron allá. Son tres o cuatro minutos que nos llevan a una etapa anterior al tiempo de la 'Opción Cero', cuando muchos de nosotros fuimos felices entre consignas tediosas, postres en conserva "Made in Bulgary" y trilces muñequitos de la Unión ‘Sorvética’. ¿Cómo no ser feliz cuando se es niño?
Esa felicidad y esos recuerdos van por encima de cualquier discurso y hoy necesitamos salvarlos porque nos pertenecen y nadie o nada en este mundo nos lo puede quitar.


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