Balseros en el desierto II

El sol me golpeó en alerta vertical, he pasado la noche entera en vigilia cazándole la pelea a los ronquidos de Eduardo.
-¡Oye, paraaa... cojone’que nos van a botar!-
Vista alerta y mentón aletargado sobre una colchoneta que apenas contiene el hedor pegajoso del suelo. Amanece en la pensión de Manuela...

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El pollero es el ganster del desierto, alguien capaz de la peor barbaridad por solo cobrar cuatro pesos. La moral de un pandillero en la frontera solo tiene un derrotero -¿Cuánto me pagas?-
Son siete los muchachos que ahora juegan de mano mientras esperan su turno para salir...

Todos con ese aire de matón fiel, de tipo dispuesto a obedecer al amparo del alcohol y el dominio del terreno -menuda sarta de pendejos con pistola que no son dueños ni de su olor- uno de ellos sale del baño y mira con morbo a las nalguitas de las niñas que amanecieron en la cama de Don Gabrielito. En cualquier parte del mundo hay geishas... pero las damas de aquí andan con cierta prisa, caminan en puntillas evitando la inmundicia que sale del excusado y el contoneo les deja entrever sus senos de margaritas. Gajes del oficio.

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Gabriel es un hombre corpulento de ojos duros que vienen de regreso y miran directo a la frente... al ángel o al demonio de tu pensamiento. Bien amable el patrón. Nos brinda desayuno aun sabiendo que no tenemos un peso... tal vez por eso la leche y la estancia nos cuestan luego el equipaje. A partir de ahora solo nos queda lo que llevamos encima...

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Los “jineteros locales” trafican con la posibilidad de que les elijas como guía para cruzar la frontera, por lo tanto se comportan como los propietarios temporales de tu futuro. Cualquiera de los taxistas del pueblo se reserva el derecho a denunciarte y por eso de alguna forma son también un poco dueños de tu libertad. Sin embargo la peor de las realidades es que los guardias de servicio lo único que les importa es el dinero que le puedas dar y si nada tienes le vales entonces lo mismo vivo que muerto. Caminar por las calles de Lago Negro es como ir por una guerra a campo descubierto. Aquí de pronto la única medida del tiempo que me parece real es el segundo. Cruzar, volver, seguir...1,2,3...1,2

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El paso es un cuartel amarillo cercado por barrotes largoooooos y en cada flanco hay una caseta de observación. A lo largo del terraplén se levanta el muro de metal grisáceo “tinto en graffiti” que me parece la reafirmación de que aquí se vive como en una cárcel.

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Eduardo intenta llamar a su familia en Miami Beach, mientras... yo me siento en la acera con los codos en las rodillas y le descargo a una pepsi.
Justo a la orilla del muro descubro olvidada, la minúscula chancletica de una niña. Trago en seco para seguir su rastro mientras imagino en qué desierto ande ella y su madre ahora mismo.

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La bandera grande de las barras y las estrellas flota como una promesa entre las dos garitas. A diez metros de las rejas se puede ver el paisaje bonito de las películas del sábado... los yumas que llevan su vida corriente y se saludan caminando con sus hijos sobre el hombro –caballero... pensar que queda un pelito nada mas, tan cerca entre estas cercas pero a la vez tan lejos de aquel mundo de verdad donde se entregan los Oscars y todo es posible... aquel mundo de mil colores donde la gente es siempre protagonista y no extra como aquí, que la vida misma pierde su gusto y se diluye en blanco y negro.-
Termino mi pepsi-cola, chequeo por si las moscas el reverso de la tapita que tiene una nota de lotería y rifa. Me dice –TRY AGAIN-

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¿Acaso el pasar por esta aventura de misterio, miedos y mierdas será el precio que he de pagar por sentirme con derecho a ser americano? ¿Qué puede hacer uno si le tocó nacer de lado equivocado de la cerca?

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Si no tienes el poder para elegir hacia donde ir, entonces la Ley que rige en el mundo de hoy es peor que la Ley de la selva. Cómo puedo pensar que la Tierra es mía si este muro la divide, si en mi casa me enseñaron a mentir, en la escuela a obedecer y en la calle a escapar.
¿Por qué no puedo pertenecer a ese ejercito de los que mascan chiclets, de los que corretean sonriendo por la hierva de los parques y no huyen frenéticos para olvidar en la carrera hasta el zapato de su hija?

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A mí también me gusta esa libertad dulzona... sin discursos ni golpes en el pecho, la quiero para disfrutarla porque la vida es corta y de ella ahora solo me separa una garita.

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GeNeRaCiOn AsErE/tonygm