Recordando al frozen, un helado de barrio

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Cuando el frozen llegó a Cuba la punzá del guajiro se volvió a poner de moda. Delante de cada aparatico se armaban unas colas tan grandes como las del Coppelia, y donde se daban cita ejemplares tan raros, que dejarían chiquitos al Arca de Noé. Todo el mundo tomó frozen en Cuba.

Chocolate, vainilla, fresa, mantecado, sabores únicos y mezclados... en tiempos de escasez el frozen era casi la única oferta para campear las inclemencias del verano.

El frozen puso a prueba la habilidad de nuestras "lenguas" con aquello de pasar y repasar la bolita, de reducirla y luego hacerla desaparecer mezclada en el cielo -paraíso- de nuestras bocas junto al delicioso barquillo. Y si es cierto que en Cuba no teniamos el plato de spaguetti, para romancear como aquellos dos muñequitos -perritos- de Hollywood, con nuestro "helado de barrio" al menos pudimos romancear compartiéndolo con nuestras jevitas, labio a labio y mordida tras mordida. Por eso es raro que alguien no conserve una historia escondida a partir de la compra de un barquillo de frozen.

GeNeRaCiOnAsErE/La Pandilla