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3 de agosto de 2007

On viernes, agosto 03, 2007 by GeNeRaCiOn AsErE in    No comments

Mi viejo tenia un cacharro que nunca me dio hasta que me “estrallé ” en la moto (jawa350) de un socio, contra la goma delantera de un camión KP3. Recuerdo que di un mortal en el aire y caí pensando -¡coñooo, le jodi el tubo a Ernesto!- Los guardias que me recogieron en el medio de la calle se asustaron tanto, que del tiro me arreglaron el cloche roto de la jawa (el mismo día) y yo ileso, me gané de chiripa el derecho al mounstrouski de papá, que era algo así como el tesoro de la familia. A partir de entonces y “felizmente” dejé de apretar con mis novias en cuanta matica oscura, había entre los municipios del Cerro y el Vedado.

Mis historias con el carro del viejo fueron apoteósicas, pues la "alfombra voladora" se me rompió tantas veces y en tan disímiles lados, que del tiro me volví Aladino, pero a la vez mecánico. Un día el volante del auto perdió comunicación con las gomas y me quedé dándole vueltas y vueltas al timón que no respondía, Rarrarra... para la izquierda, pero nada... el auto se iba pa’ la derecha, directico hacia una cola de papas en la bodega. Por un segundo me dio la sensación de que manejaba un barco, bueno, por poco liquido a un par de viejos que primero estaban muy bravos; pero cuando vieron lo que había sucedido, me armaron un relajo que ninguno de los tres podíamos parar de reírnos. Son cosas que sucedían a diario en un país sin parque de piezas de repuesto para los carros rusos.

Los años noventa fueron un experimento del deterioro de la sociedad cubana en todos los sentidos.

Hoy les quiero hacer el cuento del peor de mis accidentes con el monstruoski. Fue contra una bicicleta china... andaba yo por las alturas de Tulipán y la esquina 41, cuando (con la verde en el semáforo) y doblando hacia la izquierda, siento –¡BANG!- un trancazo en la puerta de atrás. Me bajo medio aturdido y dispuesto para la bronca (porque aquí en USA, la gente se tira con el seguro en la mano, pero allá en la Habana, entre la agonía de la escasez y la perdida de un vehículo, uno nunca sabe si vendrán con la disculpa o el leñazo entre los dedos) pero enseguida veo a una pareja tirada en medio de la calle y el mismo accidentado que se levanta cojeando –mecagoentumadre- me dice, pero yo no lo escucho. Voy directo a ver a la muchacha, inmóvil en el asfalto –¡ay dios!- me digo y los segundos son siglos. Rompo el cerco de gente alrededor de ella y le pregunto -¿estas bien?- mientras el chamacon vuelve a la carga, pero alguien le dice –¡te llevaste la roja, comemierda!- entonces se calla el tipo y yo le pregunto de nuevo a su acompañante –¿tienes miedo, quieres ir al medico?- y ella, como una niña grande me dice que sí, pero sin apenas mirarme.

Ustedes saben que conseguir en Cuba una ambulancia es algo así como que Arnaldo Tamayo (el cosmonauta cubano) se apareciera volando con el traje de superman en la Plaza de la Revolución. Por eso cargué sin perder tiempo a la jovencita y le dije (con un poco de roña) al socio –sígueme compadre, que nos vamos pa' el policlínico “19 de abril”- Partimos Tulipán abajo y en dos minutos ya estaba allí, cargando a la muchacha puerta para dentro y la enfermera -¡que no, que no mijito! ¡Aquí no tenemos cuerpo de guardia!-

El chama no hablaba, estaba blanco como una hoja y la chiquita -que estaba bien, pero que le dolía el cuerpo... vaya, yo cagao por completo, decidí irme con los dos hasta el Hospital Calixto García (olvídense, que ni al policlínico llegaban las ambulancias) Entonces fue cosa de irse otra vez con la chamaca a cuestas, el socio metió el chivo en el maletero y partimos “en familia” para ver a un salao medico. No recuerdo sus nombres, pero el novio, consolaba como un hombrecito a la muchacha –mama, mira... pórtate bien, que si no tienes nada... te voy a comprar una coca-cola- y aquello me partió el alma.

¿Cómo la promesa de un refresquito, podía devolverles la esperanza?

Con una preocupación del carajo, al llegar dejé (a la golpeada) en la mesa de Emergencias del Hospital y dí mi carné de identidad al policía de turno. El muchacho se portó legal declarando que era el culpable (para decirles la verdad, yo no me preocupé por encontrar testigos de mi parte), luego nos sentamos a esperar el resultado de las placas y mientras se llevaban a la novia para hacer pruebas, el chamaquito y yo quedamos en el mismo banco, esperando... hablamos bastante y por una de esas cosas del destino, caímos en el tema del "país de mierda este" y de todos los accidentes que habían provocado las bicicletas chinas, de que el freno se le había pegado al guardafango loma abajo (según me confesó) y otras cosas así. Hablamos un rato, nerviosos ante la espera de un resultado (con papeletas de cambiarnos a ambos la vida), ustedes saben que veinte minutos son más que suficientes a un par de cubanos para contarnos la vida... en eso el tipo me dice –nah, porque lo mío es pirarme compadre, ¿y lo tuyo que?- entonces miré para los lados, (porque el policía aun andaba cerca) y le dije –bueno, lo mío es ser feliz mi socio- a lo que el chama (casi un niño) me respondió –la felicidad no existe, mira... la felicidad es escaparse asere- y nos quedamos mirándonos unos segundos. Al minuto salió el doctor con una risa de buenazo para decir que Yaidira (o un nombre parecido que no recuerdo ahora del todo) estaba bien -solo tiene unas contusiones, dos costillas rotas y mucho miedo, eso sí-

Los dos respiramos con alivio entonces –¿donde ustedes viven, man?- le pregunte.. -en el caballo blanco- me dijeron y se me fue un –¡coñooooo!- porque la gasolina no me daba y entonces le pedí el teléfono. A la noche los llame y el mismo chamaco me dijo que su novia estaba campana, que ya él había arreglado su chivo y mañana se iba para la playa, a pasarla bien -a esperar...,- (creo yo) a que un día se le diese la oportunidad, o se le cumpliera definitivamente el sueño dorado de irse echando.

Casi diez años después de este incidente, pienso en cuanta gente de nuestra generación anda tirada hoy por el mundo, drenada por otro estilo de vida diferente, casi sin fotos o recuerdos de su infancia, con serios huecos en la memoria de una juventud pasada en Cuba y con tremendas ganas de volver a escapar, de pirarse, de irse de donde esta, de seguir escapando aunque sea ya a ninguna parte.

Dice Santiago Feliu “...patria sagrada, ansias del alma, yo te juro que andamos muy mal sin ti...” pero al mismo tiempo también recuerdo que antes de partir, andaba tan obstinado de la crisis, de los chivas, del periodo especial y del espíritu santo, como aquel otro soneto de Guillén que en realidad me dio aliento hasta el dichoso día en que partí de Cuba “....Cerca de ti, ¿por qué tan lejos verte?, ¿Por qué este tenerte sin tenerte? A ti, François Villón, poeta triste, lejana sombra que también supiste lo que es morir de sed junto a la fuente...”

Luego del accidente mi viejo en un acto de encabronamiento me quitó el cacharro, entonces volví a la moto prestada, a las “maticas” del barrio y a la “obstinadera” de siempre, por entonces me quedé pensando en aquello que dijo el chamaco sobre la felicidad... y es que a mediados de los noventa, todos los jóvenes de la isla teníamos la manía secreta de escaparnos, de irnos aunque fuera en sueños, en un avión, en una balsa, en cualquier cosa, huir de los apagones y de la escaleras, de la televisión de verano, del lunes otra vez, de la chivatearía de fefa mirándote la ropa extranjera, de la monada y de esconder rápido los javitas de cubalse -policía, policía tu eres mi amigo- escapar aun sentado en el muro del malecón, en la playita 16 con música o sin ella, “la cosa” era irse del país, al menos mentalmente, dos... tres veces al día, porque escaparse es la felicidad cuando uno esta preso, aun tirándose de la loma “cuesta abajo” con tu novia en la parrilla de una forever bicycle.

GeNeRaCiOn AsErE. tonygm.