Juan Peña, o la muerte un freeki.

(Los nombres y los episodios narrados en esta historia son reales)

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A Juan le conocí por mediación de Ernestico (mi yunta) porque ambos me pidieron que les grabara un cassette con el disco“double vision” de Foreigner su banda favorita. Desde entonces coincidimos en alguna que otra fiesta de la Avenida 26 del New Vedado y dos o tres batidos en la legendaria cafetería “El Viso”, al frente del cementerio chino.

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En honor a la verdad el tipo nunca fue Santo de mi devoción, pues Pena prefería a Deep Purple antes que Led Zeppelín. ¡AH! La respuesta a esa pregunta tenia una impolicación divisoria entre los rockers cubanos de los 80’s, aquello era, como fue la piedra filosofal entre los alquimistas, tanto, que a veces la sapiencia terminaba en piñasera.
Es raro, pero ninguno de los supuestos “freekiss” que conocí en mi vida, comieron sobras de la pizzería de Guanabo o estaban colgados en eso de la droga dura. El mismo termino de freekiss era mas bien usado para identificar o discriminar a los muchachos que seguían la moda de Norteamérica. Aquellas historias que contaban de banditas, drogas y sexo libre, en nada tenía que ver con la mayoría de los pepillos que conocí, todo era parte de los mitos y rumores creados por la censura social de aquellos tiempos.

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Yo tengo la sospecha de que los freekiss nunca existieron como un movimiento definido , sino más bien aquel tropelaje fue un fantasma inquisidor en la mente conservadora de nuestros padres, pero en especial, en la de los camaradas del CDR y del partido, los que si tenían razones para temer al efecto de una temprana desviación ideológica generacional.

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-Oye Juan, deja la maricona y muévete con mi cassette asere, que ya es Noviembre y no quiero que me coja el campo sin mi Physical Graffiti-

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Ernestico dijo algo así a Peña el último día en que le vimos.
A eso de las 12:30 am, bajamos todos de la escuela hasta el parque Acapulco.

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-Dicen que viene un ciclón derechito pa’ acá-

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De todas formas echamos un jueguito de balancesto, de un lado los pepillos, del otro los rufas del aula... ¡Y nos acabaron!.21 a 5, menos mal que eramos socios...
Raulito, Lazaro y el chichi se fueron directo para la Dionisia (su barrio) y nosotros ahí quedamos, tirados por la cancha, haciendo media en los bancos para matar el tiempo. Al rato volvieron Peña y el prieto, traían con ellos una walkman y nos pusimos a oír a Ozzy por dos bocinitas incorporadas al aparato. Luego, al ver que se acercaba el Jefe de Sector (conocido como pistolita) comenzamos a cantar en alta voz.
-diiiisiimuuulen, que viene la fianule- (como Robert Plant en Whole Lotta Love)

Nos partimos de la risa, bueno, todos menos “pistolita” claro, que nos pidió el carné de identidad por millonésima vez y al mismo tiempo nos conmino a desalojar el parque.

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–¡Haber si arrancan y se van todos pal’ carajo de aquí... búsquense una jeva, que es lo que les hace falta!-

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El huracán Kate entró a fines de 1985 como un bólido por el Centro y el Occidente de la isla. Aun recuerdo a la Habana sin luz como por una semana, los árboles por el piso y el comandante pidiéndole ayuda urgente al camarada Gorbachev, recién electo en el cargo de presidente del PCUS.
Durante la primera noche de tormenta, pude escuchar las noticias de la BBC de Londres o de la Voz de las Américas (ya no recuerdo) y me enteré que en medio del huracán, dos personas habían tratado de asilarse en alguna embajada, supuestamente Latinoamericana. - al menos uno de los presuntos exiliados encontró la muerte en su intento- eso decían constantemente los noticieros de onda corta.

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¿Quién se iba a imaginar que el muerto era Juan Pena? Creo que al prieto por poco lo liquidan también en el brinco. Ellos no le dijeron a nadie lo de irse del país, parece que fue un embullo de última hora, una locura para sorprender a los guardias en medio del desbarajuste del ciclón.
En la escuela los chamacos comentabamos en voz baja y aunque hubo mucho miedo, recuerdo con respeto a quienes tuvieron el gesto de venir a hablarnos. El profesor Roberto, de física, un día por la tarde llevó su guitarra para cantar algo de The Beatles en el receso, él no dijo nunca que fue por Peña, pero todos le agradecimos el gesto.

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Años mas tarde, cuando andaba yo por los 19, comencé a visitar la casa de aquel doctor, vecino de una novia a quien hice miles de medias. Este hombre me tenia cierto afecto y por ello en corto tiempo pudimos conversar mucho de la vida y de las cosas cotidianas, recuerdo que entre otras historias me hizo una sobre como había dejado de fumar.

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–pues eso fue una tarde, encerrado en el baño de la casa, solo, pensando cosas mientras fumaba y... nada..., de pronto agarré al cigarro, limpié su ceniza y mirando al arito rojo le dije: ¡Carbón, no sé porque te soporto si lo único que me has servido es para hacerme daño! Luego lo lancé por la ventana y desde entonces mas he tenido que ver con la nicotina.-

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Cuando supe que aquel doctor era el padre de Juan Peña, jámas pude decirle que yo había hablado varias veces con su hijo, que lo conocía bien del Viso, de la escuela, del barrio... que solíamos ir al parque a oír Foreigner en su walkman, pero sin embargo no lo hice, porque en honor a la verdad todo aquello me parecía un sacrilegio.
Dicen que el médico era un hombre muy gordo y que de pronto bajó 100 libras, eso fue a raíz de la muerte de su hijo, al que las autoridades apenas dejaron velarle, todo porque había encontrado la muerte en medio de un ciclón intentando asilarse en una embajada.

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Ahora que pienso en la historia del cigarro, puedo imaginarme con qué dolor el padre de Pena vivió todo aquel tiempo. Digan lo que digan, yo siempre he sospechado que la colilla del cuento que él lanzó por la ventana, era el símbolo de una Revolución que le había asesinado la esperanza.

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GeNeRaCiOn AsErE/tonygm.