Medea desde Buenos Aires.

(una colaboración de Medea)

Llegar a Buenos Aires, es como llegar a La Habana, Miami, Madrid y París a la vez. Ciudad de enormes contrastes donde un sepulturero del cementerio de Recoleta puede darte una clase magistral de la historia desde las guerras de 1730 entre Paraguay y Argentina hasta llegar hasta nuestros días, para decirte sin miramientos que los cubanos ( le dijimos que éramos cubanos !eh! valga la aclaración) los chavistas y los montoneros son lo mismo aunque no sea igual. Y por eso estamos como estamos. Eso dijo.

Pasear Corrientes con sus minúsculos comercios que se codean con fastuosos malls al mejor estilo USA, o comerse un asado en “Las Nazarenas” ranqueada por el Travel Channel como uno de los mejores restaurantes de la Argentina.

Prender la tele a cualquier hora y encontrarse a Mercedes Sosa dando un recital o a Carlos Monsivais dialogando sobre la crisis de las culturas hispanas en el pasado siglo, o mirar con fascinación un punto de vista sobre los orígenes y las causas del boom latinoamericano en la literatura y ver pasar pensamientos, ideas e imágenes de Carlos Fuentes, Monterroso, García Márquez, Carpentier, Juan Rulfo, Cortazar, Arguedas como el fundamento necesario para lo que vino después. Lo que todos conocemos.

Y el vino…!ah! ese vino argentino, mendocino para que más, que parece que le habla al paladar y le cuenta de la maravilla de una uva madurada en viñedos ilustres que se mecen en las laderas andinas, todo un lujo para el paladar. Las famosas bodegas Navarro Correa y López con unos precios tan alcanzables (para un turista), permiten al más cancerbero de los bolsillos darse vida de elegido.

Venir a Buenos Aires y pasearse por Caminito, tan turístico, si, pero a la vez tan genuino, porque la pasión de los bailadores y los músicos no puede fingirse; o llegarse a San Telmo en una real y a la vez imaginaria feria del Buenos Aires que fue y que todos conocimos por las películas de época, o quizás no todos.

Llegarse a La Chacarita, solo para saludar a Carlitos, y dejarse envolver en sus misterios. Visitar donde descansan sus restos para agradecerle que haya nacido y cantado para perpetuar el amor malogrado, imposible, nostálgico. Complicarse la vida con las mil y una fotos de Gardel que sonriente nos recuerda una y mil veces que el amor siempre es una regalo de los ángeles, no importa si al final ….. porque siempre hay un final.

Una ciudad para disfrutar, mágica, con ese encanto de las ciudades de verdad. ¡Y son tan pocas!, ciudad de ritmos, donde los olores y la música muerden con voracidad inconfundible. Respirar y oír Buenos Aires, otro regalo. Ciudad para amar y ser amada. Ciudad de mis recuerdos, otros.

Y ahora para despedirme me gustaría compartir con ustedes un “credo de amor” que encontré en el Museo del Tango, uno de tantos, y que dice: “ Creo que el tango es la primera sonrisa de aquel que alcanzó la otra orilla de un mar de lagrimas”. ¿Y cuántos no hemos cruzado esa orilla?

Obviamente la melancolía me invade, es mi suerte y mi desgracia, es el aire de los Buenos Aires. Una ciudad para respetar.

Medea desde Buenos Aires. No te pierdas la blogonovela cubana de Medea, un camino indagatorio sobre las peripecias del machismo caribeño.

una para mi generacion /tgm