Otra pelea cubana contra los demonios. Carta abierta mi Generación

El período actual de la historia de Cuba será recordado exactamente como aquel relato sobre la agitada vida de una villa de la isla por alla por el siglo XVII, escrito por Don Fernando Ortiz en un libro que curiosamente "vio la luz" a principios de 1959. La verdad es que en esencia somos lo mismo, personas nobles batallando por vencer al imperio de una sarta de inquisidores, mercaderes, contrabandistas y energúmenos.

EXTRAIDO DEL LIBRO: HISTORIA DE UNA PELEA CUBANA CONTRA LOS DEMONIOS (1959)
"Relato documentado y glosa folklorista y casi teológica de la terrible contienda que, a fines del siglo XVII y junto a una boca de los infiernos, fue librada en la villa de San Juan de los Remedios, por un inquisidor codicioso, una negra esclava, un rey embrujado y gran copia de piratas, contrabandistas, mercaderes, hateros, alcaldes, capitanes, clérigos, energúmenos y miles de diablos al mando de Lucife

Carta abierta a mi Generación

(Segundo de Mayo de 2007)

Si nacimos al amparo de una revolución a la que según sus testaferros hay que agradecerle todo lo que somos, bien vale la pena revisar las fronteras de esa gratitud preguntando entonces, si es que tenemos que olvidar lo que por su culpa nunca pudimos ser.

Da pena sin embargo cuando los mismos que nos abandonaron ayer marchando al exilio, hoy alzan su voz para decir que los jóvenes de allá somos una especie rara de cubanos “un producto exclusivo del comunismo”, alegando también que los exiliados de ahora tenemos motivos diferentes a los de antes, todo lo anterior es bochornoso si se tiene en cuenta que todos escapamos de la misma prisión.

Quien habla en nombre de la patria y no sabe o no padeció los horrores del miedo, del maltrato, o de la forzosa imposición del silencio, es solo un invitado a esta terrible fiesta; porque nadie como el esclavo para saber el verdadero precio de la libertad.

Hoy nuestro reto principal debe ser el de construir a un país moderno, el de tomar la piedra no para tirarla al que piensa diferente, sino para sembrar de nuevo el alto edificio de las Instituciones civiles, un lugar limpio donde se respete la opinión de cada ciudadano como individuo y la politiquería no encuentre asilo.

En todo el diferendo cubano hay una realidad innegable y es que ningún grupo de poder político puede más que el amor que uno siente por su propia familia, su pueblo, su calle y sus amigos.

Debiéramos usar la idiosincrasia, la identidad nacional, la cultura, la música, la cocina, la jocosidad, la sencillez y la elocuencia para acortar la distancia entre "nosotros mismos" (los del exilio y los de la tierra, los jóvenes y los viejos, los padres y los hijos) porque veces un abrazo vale más que mil palabras.

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