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20 de julio de 2007

On viernes, julio 20, 2007 by GeNeRaCiOn AsErE in    1 comment

Olguita, la maestra de la Biblioteca, nunca entendió porque me iba sola por las tardes a su aula para releer el libro de Oros Viejos. Ella siempre me regalaba el premio de una tortica (de la merienda mañanera) y un vaso de agua fría, para que con ellos me deleitara yo día tras día leyendo los cuentos de Herminio Almendros.



Afuera las niñas y los niños se desguazaban en el área de recreo -Yuneisy seca, seca, secaso... – pero adentro, iba yo al rescate de Caupolican, a hablar con el alfarero chino o me llevaba para la casa, una llama escondida en la maleta.
Lo que no supo nunca nadie es que tras la lectura siempre quise encontrar la voz de pap
á, lejos de mí, obligado a ejercer por años un absurdo servicio social como medico en Manzanillo. En sus cortas visitas de vacaciones, papi me contaba historias, leíamos La edad de Oro e imagine mil veces encontrarnos con Martí, para darle la mano como si los tres fuésemos grandes amigos, asi pensé por mucho tiempo que Milian (el vecino de mi tío) se parecía mucho a Don Pomposo, o que un día cambiaria de pronto mis boticas ortopédicas por una sandalias blancas, que alguien guardaba para mí en un cristal.
Cuando una tiene 10 años necesita ser princesa, aunque sea la princesa de la bata rota, por eso leí tres mil veces la historia de Isapí, la niña india, recuerdo que la profe me dijo que ese cuento enseñaba a no burlarse de otro, que no era bueno eso fastidiar a Jesús, el gordito más trajín del aula.
Mi amiga la bibliotecaria siempre quiso llevarme a concursos, que me casara con Oscarito (su hijo de mí mismo grado) diablillo pelirrojo que al escuchar a su madre decir esto, me sonreía con la complicidad de un animal en celo que intuye lo inevitable, –liebre, deja que te coja- parecía decirme con sus dientes de conejo.
Al llegar a sexto grado trasladaron a la maestra y se acabaron las torticas, ya no había agua fría, mis amiguitas terminaron acompañándome a leer, pero trajeron con ellas su folletin de
Corín Tellado. Papá regresó. Jesusito el gordo se hizo freeki, andaban él y Amirkal el negro (su antiguo rival) ahora inseparables, tocando guitarra en todos los recesos.
La biblioteca fue mi primer exilio, un refugio donde encontré amparo para escapar con los libros del aburrido ritual de la suiza y el barullo de los círculos de interés obligantarios. Hoy que muchas de mis amigas andan desperdigadas por el mundo, Chile, España, Miami, quisiera saber donde ha quedado Olguita, la profe-bibliotecaria. ¿Acaso aun les ofrece la tortica con el vaso de agua a los alumnos, es que ahora propondrá a sus nietos en matrimonio? Prefiero pensar que ella sigue en una escuela cualquiera de la Habana, abriéndole las puertas de la imaginación a otros niños, con aquel libro de mi primer exilio, ese de los cuentos escritos por Herminio Almendros.



GeNeRaCiOn AsErE/Maylin

1 comments:

GeNeRaCiOn AsErE dijo...

Me voy detrás de tu risa, como el juguete se deja arrastrar por la alegría de su niño.

Con todo, tony.